Hace menos de una década la transformación digital constituía un elemento complementario que comenzaba a ganar peso dentro de los departamentos de innovación de las organizaciones.
Hoy en día, los cambios experimentados en los entornos de trabajo y la gestión de procesos han puesto de manifiesto que la transformación digital proporcionan unos beneficios capaces de marcar la diferencia en los niveles de competitividad de cualquier empresa y suponer una gran ventaja competitiva.
Los nuevos sistemas de recogida de datos en tiempo real y análisis de los mismos con modelos predictivos han supuesto una revolución a la hora de identificar riesgos y oportunidades de negocio.
No en vano, el Big Data se ha convertido en uno de los recursos más valiosos atesorados por las organizaciones.
Precisamente, las conclusiones extraídas del análisis de datos se han convertido en la base fundamental para la toma de decisiones tanto del ámbito táctico, como estratégico.
Nunca antes las empresas habían sido capaces de adoptar medidas basadas en evidencias estadísticas tan contrastables.
Esto ha sido posible no sólo gracias a la información con la que se cuenta, sino la forma en la que ésta es proporcionada. Las nuevas interfaces gráficas resultan extraordinariamente visuales y comprensibles incluso para perfiles no técnicos.
En la actualidad los empleados de una empresa son capaces de comunicarse y trabajar en equipo mediante el uso de aplicaciones colaborativas.
Esto ha supuesto una “horizontalización” en el organigrama de muchas organizaciones, así como una simplificación considerable de las relaciones entre los empleados.
A menudo, tomar la decisión correcta no es suficiente. Se requiere celeridad en el análisis y la adopción de medidas.
Tradicionalmente, las organizaciones contaban con procesos demasiado burocratizados de análisis, decisión y autorización.
La recogida de datos en tiempo real, así como la simplificación del trabajo colaborativo permite a directivos, empleados y demás públicos de la empresa reaccionar con extrema rapidez ante los cambios que puedan estar teniendo lugar en el mercado.
Todo el conjunto de aplicaciones y herramientas digitales corporativas que han surgido durante los últimos años tienen un objetivo en común: agilizar los procesos internos de las organizaciones e incrementar el nivel de productividad de los empleados, dotándoles de recursos más fáciles de utilizar y cada vez más integrados entre sí.
La digitalización del puesto de trabajo ha permitido una considerable descentralización del mismo, lo cual también tiene repercusión directa en el nivel de productividad.
El trabajo remoto, así como las modalidades BYOD (Bring your own device) posibilitan que los empleados de una organización desempeñen su labor y permanezcan comunicados entre sí, con independencia de dónde se encuentren.
Las nuevas generaciones son nativas tecnológicas y no conciben el desempeño de su trabajo sin la utilización de determinadas tecnologías ni la seguridad de que podrán explotar su potencial. La capacidad de retención del talento se convierte así en un inesperado efecto secundario de la digitalización de las empresas.
A estas alturas, por todos es sabido que Internet se ha convertido en una gran puerta al mundo.
Mediante el uso de los nuevos canales digitales –como redes sociales y websites–, así como aplicaciones de gestión, automatización y distribución del contenido, las empresas son ahora capaces de llevar su mensaje mucho más lejos y de una forma cada vez más personalizada.
Además, la irrupción del Internet of Things (IoT) está planteando todo un universo nuevo de interacción y alcance de la actividad digital.
La personalización de la experiencia de usuario es precisamente uno de los aspectos que más impacto están teniendo sobre el valor percibido por el cliente respecto a la empresa cuyos productos o servicios consume.
La capacidad de interconexión y comunicación proporcionada por los nuevos entornos digitales hace que tanto los empleados, como los proveedores y clientes puedan desarrollar una relación mucho más estrecha con la empresa.
Dicha relación no sólo resulta más fluida y ágil, sino sobre todo, mucho más transparente.
La mejora en la comprensión de los problemas de productividad interna, así como las necesidades de los clientes tiene además una repercusión directa en el potencial innovador de la empresa.
Por supuesto, el objetivo último de todo proceso de regeneración corporativa tiene como objetivo último el incremento de las ventas y la rentabilidad. La transformación digital no es una excepción.
De acuerdo con un estudio realizado conjuntamente por el MIT Center of Digital Business y Capgemini, aquellas empresas que priorizan la transformación digital logran un 26% más de beneficios que la media de su sector y cuenta con un 12% más de valoración en el mercado bursátil.