En Gestión de Proyectos podemos seguir una metodología ágil o cascada. Pero… ¿cuál es mejor y por qué? En Cibernos te damos la respuesta.
A la hora de embarcarnos en un nuevo proyecto, a menudo las empresas nos preguntan qué metodología seguimos o con qué metodología trabajamos. Y, lo cierto, es que nuestro equipo de desarrollo soporta ambos modelos. ¿La razón? No todos los proyectos requieren de la misma metodología.
En gestión de proyectos, para que un proyecto salga bien, es importante elegir bien la metodología que se va a aplicar. No es una decisión fácil. Claro que, para ello, hay que debatir los requerimientos antes de optar por una.
Una de las metodologías más empleadas en desarrollo de proyectos es Waterfall o cascada. Se trata de un método que consiste en desarrollar el proyecto de forma secuencial. Requiere un alto detalle de los requerimientos para comenzar. Se empieza por las fases de análisis y diseño, y se termina con las pruebas y puesta en producción.
Estas son algunas de sus principales ventajas:
Claro que no todo es bueno. En cuanto a las desventajas, la metodología en cascada a menudo implica un alto esfuerzo en la captación de requisitos, de forma que cambios posteriores, con el desarrollo ya en marcha, tiene un alto impacto en plazos y costes. Asimismo, si el cliente solo vuele a participar al final del proceso, y si no está de acuerdo con el resultado final, los cambios podrían ser más difíciles de implementar y muy costosos. Para evitar esto último, surge la metodología ágil (agile).
Ágil comprende una metodología de tipo RAD (Rapid Application Development), y dentro del manifiesto ágil, Scrum es el método más empleado.