En cualquier proceso de transformación digital juegan un papel importante todos los departamentos de la empresa, pues entre todos deben sumar esfuerzos capaces de promover un cambio de cultura digital. Sin el liderazgo del CEO no sería posible llevar a cabo el proceso, pues se necesita de alguien que empuje a los miembros de la organización a sumarse al cambio.
Desde hace algunos años, y cada vez más, hemos entrado a formar parte de la órbita hiperconectada, donde la interconectividad de empresas y personas se hace cada vez más evidente. Los avances que lo han hecho posible se encuentran sustentados en tres pilares básicos de toda organización: internet, tecnología móvil e internet de las cosas.
Cuando hablamos de imperativo digital nos referimos al proceso de adopción de las nuevas tecnologías de una manera eficaz para poder transformar las organizaciones y obtener ventajas competitivas.
Ya no hablamos de un cambio superficial, sino de una profunda transformación capaz de introducir importantes mejoras empresariales en todos sus campos: experiencia del cliente, creación de nuevos modelos de negocio, racionalización de las operaciones, transformación del núcleo de trabajo, etc. Los líderes de la transformación digital deben saber dónde priorizar.
No se trata únicamente realizar acciones de maquillaje como publicar en redes sociales, contratar a un community manager o emprender otras acciones digitales que se sitúan lejos de una auténtica transformación. Tan solo estaremos creando una cortina de humo para enmascarar que seguimos haciendo lo mismo que antes.
De la necesidad. Así es. El imperativo digital aparece como consecuencia del avance de las empresas. Es el reflejo de su crecimiento, pues si los clientes evolucionan hacia nuevas expectativas y hábitos de consumo, las empresas deben ajustarse y caminar a la par.
Surge así el imperativo digital, un proceso que se desarrolla en torno a tres grandes marcos: capacidades digitales apropiadas, estrategia para la era digital, y una cultura para el empleado digital. Son los tres ámbitos en los que las empresas deben actuar.
Según estudios publicados en el Boletín de Estudios Económicos, “la revolución digital está dominando todos los sectores de la economía”. Tanto es así, que no estaríamos desacertados si afirmásemos que “en el profundo y rápido cambio al que se ha visto abocado nuestro mundo durante los últimos años, se encuentra el origen de cambios como: 4 de las 5 empresas del top 5 mundial son tecnológicas (Apple, Google, IBM y Microsoft).
El cambio tecnológico que acecha al mundo, protagonizado por la era digital, no es simplemente un reto para las compañías tradicionales, sino que, además, constituye una auténtica obligación. Esta necesidad surge del creciente tamaño del mercado y del potencial riesgo de la disrupción.
El CEO de las empresas debe saber que las novedades tecnológicas están llevando a la aparición de servicios que rompen con lo establecido y que se sitúan en una posición dominante. La realidad es que las empresas que apuestan por la transformación digital se están consolidando en el mercado.
El líder de este cambio puede tener diferentes aspiraciones: buscar la conversión de la compañía en un innovador digital referente en su sector; aspirar a posicionarse entre las mejores prácticas; perseguir un servicio integral que responda a las necesidades digitales de los clientes, etc.
Sin embargo, el mercado se encuentra en el momento perfecto para que las empresas comiencen a plantearse cómo ser digitales, un reto que empieza por incluir la transformación digital entre sus principales objetivos y ambiciones.
El CEO debe asumir que el total de sus clientes cuentan con acceso a internet, por lo que el imperativo digital en el que se embarca debe estar sostenido por el liderazgo, el compromiso y la conciencia del cambio.
El proceso de transformación digital ya no es para las pequeñas, medianas y grandes empresas una alternativa, sino que se ha convertido en un auténtico requisito para sobrevivir.
Transformarse digitalmente no es digitalizar los procesos actuales, sino una reinvención del negocio aprovechando las ventajas que la tecnología nos ofrece. Para ello, debemos:
Nada de esto será posible sin una actitud de compromiso y liderazgo, marcados por una marcada alineación entre los valores personales y los valores de la empresa.
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